Hacía tiempo que no hacía un análisis de un juego, y hoy, aprovechando que le he estado echando un pequeño vicio, voy a hablar de uno de mis juegos favoritos de siempre: Ikaruga.
Ikaruga (Treasure, 2001), es uno de los shootemups más raros que he visto nunca. Para el que no lo sepa, un shootemup es el típico juego que manejas una pequeña nave espacial, y tienes que ir cargándote a todo lo que veas.
Ikaruga sigue este patrón, pero siendo creado por la mítica compañía japonesa Treasure, era de esperar que el juego incluyera varios toques que lo diferenciaran del resto. Intentaré explicarlo de la forma más breve posible:
Existen dos tipos de enemigos: Blancos y rojos. Los blancos disparan balas blancas, y los rojos, balas rojas. Tu nave tiene la capacidad de ser también blanca o roja, esa opción se va cambiando in situ con un botón.
¿Entonces qué pasa? Que si eres blanco, eres inmune a las balas blancas (de hecho, si absorbes las balas te dan puntos), y además, matas con más facilidad a los enemigos rojos (costando a su vez más trabajo matar a los blancos). Siendo rojo pasa exactamente lo mismo.
Esto da al juego un componente estratégico brutal, porque tienes que estar continuamente cambiando de color, mirando en qué sitios conviene más absorber las balas, en qué sitios conviene ser más arriesgado, y demás. Por eso me gusta tanto ese juego, porque no es el típico juego no-brainer de ir matando a todo lo que veas y ya está, sino que tienes que ir pensando cómo vas a hacerlo.
Por supuesto, la consecuencia de todo esto es que el juego es ENDIABLADAMENTE difícil. Prueba de ello, es que yo no me considero ningún inútil en este tipo de juegos, y aún así, llevo del orden de ¡4! años jugando a este juego, y lo máximo que he llegado a conseguir es alcanzar la 4ª de las 5 pistas que tiene el juego (con sus respectivos jefes finales y estando en nivel normal). Es un juego que te obliga de alguna forma a memorizar los lugares y los patrones de ataque de cada enemigo, porque si no es imposible sobrevivir.
Es un juego hasta cierto punto muy minimalista y bello a su manera; no muestra una paleta gráfica especialmente grande, los fondos son bastante sobrios y desapercibidos, y la música, si bien es orquestal, permanece siempre en un segundo plano. Pero todo ello forma un “todo” muy cohesivo, que dota de bastante carisma al juego. Además, el movimiento y patrones de los enemigos es tan pulcro que parece más una coreografía que una actitud de ataque, pero no deja de ser un ardid, porque son unos desgraciados luego.
El juego salió al mercado en 2001 en la Dreamcast, pero sólo en Japón, lo cual hace que esa versión en concreto sea más un artículo de coleccionista que otra cosa. 2 años después, en el 2003, saldría una re-edición para la GameCube (traducido al inglés además), pero esta también puede llegar a ser difícil de encontrar hoy en día, así que básicamente estaríamos obligados a recurrir a la emulación (u otras vías menos lícitas), sino fuera porque hace un par de años se re-editó el juego en el Xbox Live Arcade, por lo que podéis tener el juego en toda su gloria por unos 10 €.
En conclusión, es un juego muy original sin salirse de las fronteras de su género, y pienso que todo el que le guste más menos ese estilo de juego le daba dar un tiento, viendo además cómo hoy en día no es tan difícil ni caro darle una oportunidad.
NOTA: 9
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